viernes, 27 de diciembre de 2013

Miedo / Vacío

Tengo un miedo asombroso. Tan gigante y omnipotente que roza la hermosura, la poesía.
No sé. Esas dos palabras me defienden de las certidumbres de mi propio inconsciente, mi mundo se dibuja y desdibuja en torno a un cuerpo desnudo que alguna vez fue cubierto por un vestido. Todo se engrana, se encastra en el complejo mecanismo de un no-reloj, de lo negativo porque lo positivo es demasiado grande y me da mucho miedo. Miedo. Otra vez, me persigue en moto, en sombras, en sueños. En espacios ficticios donde por fin puedo enfrentarlos y convertirlos en un miedo real, miedo a las desnudez y al deseo de caricias y calor.
No sé. Quizá estoy más vacía de lo que pienso. Quizá el padre Paisius tiene razón y en mis infinitos saberes he perdido la vista del todo, he olvidado que la razón no abarca las sensaciones, los escalofríos, los calores inexplicables, las interferencia de besos que nunca llegarán. He perdido en infinito sobre el que habló Borges -o eso creo-, ese en el que vos crees sin saberlo porque vivís sin buscarle la respuesta a la ansiedad, a la concepción tan abstracta de la sangre en la venas. Los perdí todo y en vano busco recuperarlo encontrando tantas mentiras en el mundo, o mejor dicho tantas ficciones. Nada es real, nada es verdadero pero a la vez tantos creen en las mentiras que es imposible destruirlas sin destruir el mundo.
No sé. Quizá la palabra no esconde la realidad, pero sin duda es un medio para sentirla más allá, o como me ha sucedido a mi, para dejar de sentirla y hallarme más perdida que nunca al chocar de pronto con que lo que me generás o lo que yo misma me genero porque estoy vacía y llena de miedo.

En el centro de la ola
bajo la caída
mojada y desnuda
otra vez.
Tan perdida
pero hallada
en el medio del huracán
del abismo
en el punto justo
en la infamia
del equilibrio.

Ya no soy cuerpo
solo soy la sal
que trata de llenar
la inmensidad
del agua desnuda
sin ropa
al descubierto
expuesta
frágil.

Una
única pregunta
Una respuesta
disfrazada
en el centro 
en la periferia
de lo inconmensurable.

Solo queda la arena
vestida del sólido
que olvidó el mar.

Solo queda el vacío
más material y negro
que el miedo
de que nunca llegaré.

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