martes, 10 de febrero de 2015

A ojo cerrado.

Hace poco cerré los ojos.

En el cielo viejo nacía un algo sin nombre
desnudo
con ojos pequeños y me miraba.
Sonreía desde un punto lejano donde la posibilidad estaba despierta
(latía)
como un desboque que recorría mis sangres
sin más colores que los de la sangre que no sabe correr, pero corre.

En el cielo viejo habitaba un reino
sin poder oscuro
capturado entre los dedos de pestañas que se mojan con los labios
(y yo estaba ahí)
sintiendo con las manos
un paisaje de lejanías cercanas, de señores mágicos,
de reyes que olvidaron la palabra gobernar

De vida y de muerte
de arte y de poesía
lleno de los más baratos sueños de felicidad
de las palabras gastadas
de las imágenes que todos nos cansamos de pensar
pero estaba
(y existía)
un yo dispuesto a abrir las alas y volar
de agarrase fuerte a los brazos extendidos de las hadas desnudas
de tirarse al abismo del cielo
desde la tierra madre que me vio parir y partir.

Hace poco que cerré los ojos y no los quiero abrir,