Era insaciable, incansable, implacable e infeliz. Su búsqueda
incesante, su mirada ida en los recovecos de un espacio infinito sin espejos.
Un espacio absoluto en la más falsa de sus verdades. Humos, vahos, olores. Una
vista perdida en el color, unos dedos inmersos en la suavidad, en la dureza, en
lo blando, en lo ausente. Pero Yo aún sigue buscando, con el rumbo en el sin
rumbo de una búsqueda. Yo, con sus mil nombres: Martín, Sofía, Isabel, Silvio,
María, José, sinfines de sílabas mezclada par reducirse a sí mismo. Yo,
incompleto, perdido, sangrando en todos los rinconcitos vacíos, gimiendo en
todos los respiros insulsos, incompletos, solos. Yo, siempre buscando el
reflejo invisible, la sonrisa. Yo, cargado de la esperanza y la melancolía; de
la sensación más pura de fracaso, de la más profunda carencia de resignación.
Yo, llorando y riendo, viajando hacia el momento donde estará Vos. Hacia el
planeta, el universo, la dimensión inserta en un mundo. Hacia el lugar, hacia
el tiempo, hacia el instante que muere cuando nace. Hacia la pérdida que radica
en el encuentro, hacia el desmembramiento, hacia la revelación de olvidarse del
no-verdadero mundo. Hacia la construcción, hacia los ladrillos, hacia los dedos
abiertos de Vos que sueña con Yo llegando, para ser, para existir, para volar. Para
dejar de huir de la soledad naciente, de su no-verdad, de su no-nombre, de sí.
Vos incesante, esperando a Yo, mordiéndose las uñas que volverán a crecer en la
espera. Vos huyéndose en la parálisis de la dama no-sola que contamina los
pulmones de su nombre de sed. Vos llorando la ausencia, construyendo sueños
perdidos, acomodado en un silloncito, abrazando sus rodillas, impotente. Vos no
siendo, muriendo en la espera, naciendo en el encuentro. Vos sin piernas. Yo
sin ojos. Vos mudo. Yo sorda. Vos sola. Yo solo. Vos y Yo sin más vida que la
esperanza de encontrarse. Vos y Yo soñando juntos con ser, con los olores, con
los colores, con la piel. Vos y Yo niños en una plaza lejana, con juegos
oxidados, llorando las carcajadas en las hamacas. Vos y Yo tocando el cielo con
los pies, abandonando las piedras, la tierra, las aguas. Vos y Yo olas saladas
y dulces en el renacer de no morir nunca. Vos y Yo creciendo, muriendo, descubriendo.
Vos y Yo creando a Él, a Ella, a Ellos, incluso a Nosotros y a Ustedes.
Mintiendo, desdibujando lo irreductible, multiplicando lo absoluto, actuando
las ilusiones que no pueden concretar. Vos y Yo hundidos en la más pura
impotencia de no hallarse hasta aquel instante en el que todo sucederá, hasta
el fin de la búsqueda, hasta el choque de la ola, hasta la muerte que no
llamará al renacer. Vos y Yo encontrándose. Vos y Yo mirándose a los ojos,
vislumbrando el mundo del otro, desnudándose, besándose, comulgando la vida.
Vos y Yo vestidos de piel y de pupilas, inmersos en sus voces. Vos cantando. Yo
oyendo. Yo confesando. Vos descubriendo. Ambos puros, ambos sinceros, ambos por
única vez, siendo.