martes, 24 de marzo de 2015

Murciélago

No sé lo que es la oscuridad. Me duelen los anillos de los ojos. El cielo, por estos días, anda más bajo, aplastante, lleno de una dureza plana que me agobia. Por lo menos, en mi cama nueva, hay sábanas.
No me gusta decirlo demasiado, pero cuando abro los ojos, y extiendo mis alas, un dolor entero me come en este lugar de cielo bajo. Un fuego duro que me golpea y juega a perseguirme adentro del laberinto. Escucho voces, siento cuerpos inmóviles y otros, de los que laten que, redondeados, se apichonan. Hay otros gritos.  El fuego como una sombra me persigue, hasta que vuelvo a mi cama nueva, me abrazo con mis mantas negras y me olvido porque no hay nada más lindo que olvidarse cuando el techo es bajo y los gritos devienen en murmullos acechantes en algún lado del laberinto. Mi cama vieja era menos agobiante pero más fría. Olvidar tiene gusto a comida y a seguridad, a un eterno descanso que no se consuma, pero persiste en ilusiones con la fuerza suficiente para olvidar los golpes, para olvidar el miedo.

Pero ahora la cama tiembla y ya no me puedo olvidar, los redondeados acechan mi partida y el cielo sigue más bajo, mi voz solo encuentra muros macizos. Ya no quiero volar, quiero olvidarme de vuelta, en otra casa que no tiemble y que no tenga redondeados gigantes. Quiero una cama en el piso, quiero olvidarme tranquilo. Pero no. Me redujeron el cielo. Me movieron el piso, me ahogaron y me empujaron al techo alto donde la libertad irrumpe y me prohíbe olvidar. Donde no tengo más remedio que moverme hasta encontrar una cama en la cual volverme a olvidar.


viernes, 13 de marzo de 2015

Si

Si me río ¿me das un beso?

Si me río ¿me das un abrazo?

Si te abrazo ¿me das otro beso?


Si te beso…

(En el fondo el sombrero de Sabina 
recordándonos que para ser feliz 
no hay que tratar de volver...)

Voz del nudo

No me alcanza mi cuerpo para llorar mis pensamientos. Tengo tatuados en una esquina de los ojos todos los movimientos que hubieses podido hacer. Tengo en el grito un silencio que se mata a sí mismo, que se destripa y se derrumba en la mierda que produce. Tengo palabras dolidas, tengo un yo que no sabe crear con las sonrisas porque cuando sonríe no trata de pensar. No te tengo. No me tengo. Hay una nube de olvidos que se deshace en los vapores de tu boca. Hay un ensueño vacío, un hastío progresivo que se gesta en las letras de tu nombre. Hay un capricho latente que me empuja y me estruja ese punto de la pansa desde el cual llora el dolor. Hay tantas cosas que no tengo… si te contara, pero sería un volver a empezar, el círculo de la espera de la escucha de las palabras que todavía existen porque no nacieron. Es una forma de sentir, perderse en una ola de melancolía y potencialidades. El cielo está rajado en la ilusión de un cuerpo entero. Sangra trechos negros y me encuentro en la pérdida de sentir que todavía siento cuando entiendo que el olvido es un proceso en infinito, que como todos mis dibujos, no tiene bordes cerrados.