Se dice que los mayores secretos son aquellos que sabemos
sin saber. Esos que nos enfrascamos en tapar con cada uno de nuestros
movimientos, que morimos por ocultar, que nos impulsan a cambiar sin hacerlo y
nos niegan a nosotros mismos. Son esas represiones que nos enfrascan y
acorralan, nos ubican en el centro de la jaula por temor a quebrar los barrotes
de nuestra propia esencia.
Secretos… son el sinónimo poético de la hipocresía, porque
no es secreta la palabra callada que se escapa en los ojos, no es secreto el
hilo del río que oculta el caudal del mar. No. Secreto es aquel que se esconde
detrás de los párpados, las lágrimas retenidas en el pecho, esos que al
descubrirse desequilibran, esos que nunca salen.
Tú eras mi secreto, no él. Tú que ya no eras más que un
disfraz vacío, eras más corrupto que la atracción, que la sangre en las venas,
que las miradas imantadas. Siempre lo supiste, mis ojos gritaban aquello que mi
alma oprimía mientras el olvido tapaba con una sábana su macabra obra, el
secuestro de nuestra alma, la matanza descarrilada de lo que nos unía.
Así, simplemente, aquel día se fue, cuando la dejé ir,
cuando pude desprenderme de ese aroma que en un pasado me revolvía las entrañas
y me pintaba de pétalos de luz las pupilas. La dejé ir, como a una hija a la
que se cría con el amor más bello y se la deja huir con su alma gitana; como a
los panaderos que enviamos portadores de nuestros más profundos deseos. Si,
liberé aquella magia al espacio para que el olvido no la acribille, para no
convertirnos en verdugos mientras jugamos a ser médicos que practican una mala
praxis.
Sé que no lo entiendes pero, si confías en mí, solo camina.
Libera tus pasos al destino, marca tus huellas y crea un propio camino desde
esta bifurcación que sufrimos. Abraza con el alma el diamante que creamos,
aquel niño tierno que unía nuestras manos, para poder caminar solo al fin, para
deambular en paz los páramos, las laderas, las montañas, las magias venideras.
Aunque ya no esté, siempre seré esa luz que alguna vez estuvo y, como tú has
hecho con ella, te enseñó a descubrir y parpadear enamorado de cada rayo con
luz, prófugo de la sobriedad.