lunes, 30 de noviembre de 2015

Negar

"Silencio. Silencio he dicho."
Bernarda Alba (F.G.L.)


Miremos a otro lado
Sí, a esa, a ese.

Que mal vestidos que van, cortate la barba nene, ponete una remerita así, delicadita.

Comprá: La felicidad que llegó en barco y no se fue más.

Mira allá.

Ay, que lindo, cómo sube, cómo se mueve. Tiene razón, que lindo mensaje, que fuerte, que buena persona. Sí, igual no es su culpa.. cada uno. Lo que toca toca. Pobresito, claro, igual está bien, se le cae el pelo, pero está bien, se le escapan los mocos, pero está bien, hace preguntas que no debería hacer, pero esta bien, llora, pero está bien, canta, pero está bien, duerme, pero está bien, se murió.
Yo estoy bien. Yo tengo que estar bien.

Sólo los rincones de mi casa saben la verdad. Pero no es verdad. Porque me duele, pero estoy bien. No es mi culpa. Peor está él. Que vaya él al psicólogo. Ellos están bien. Tienen que estar bien.

Qué hablás? No, no tenés razón. Sí, preguntan, lloran, patean, gritan, se quedan solos, tienen miedo, les duele, les quema,  pero están bien. Vos no estás bien que tanto preguntás, que tanto mirás con el dedo y decís decís y decís. Que no te veo hace un mes, que estás estudiando menos, que estás rodeado de esos que no están bien. Vos les viste la cara?, están apagados. No hablan, no vienen, no dicen lo que digo. No me abrazan.Pero bueno, la madre... vos sabés.

Hace tanto que no salimos. Podemos ir hoy. Sí.
No, mejor no. Nos quedamos acá.
Ya vendrán cuando quieran. A lo mejor algún domingo, cuando quieran estar bien.

martes, 24 de noviembre de 2015

¿Dónde está?

¿Es que no lo ves?

Los juguetes se rompieron, no para de llorar. Hay que barrer el piso, está lleno de garrapatas.

¡Soltá eso que te vas a cortar!... Sh, sh. Perdón. No quise lastimarte.

No para de llorar. Los azulejos no pueden reflejar nada, pero se puede escribir nombres con los dedos. O hacer retratos, esa posibilidad no se acabará nunca. La tierra gris es igual a un puñado de carboncillos.

Pero, mi sol, si tocas eso te vas a enfermar.

No importa, hay que jugar en los escombros. Siempre hay que jugar hasta que el infinito se escape por los dedos y el mundo quede vacío. Cuando se dice mundo siempre uno se refiere al lugar chiquitito que los ojos recortan, porque el mundo, en rigor, en interminable. Los ojos son los culpables del egocentrismo humano, aunque no venga al caso.

A ver… vení, dame las manitos. Si, si, ¿quien ya no tiene tierra en los dedos?

Vuelve a llorar. La soledad envuelve las palmas. El cuarto comienza a estar vacío. Las paredes se retiran, los azulejos ya no tienen tierra y proyectan un cielo raso impecable. Los pedazos de plástico ajado desaparecieron, la tierra no existe en las manos de nadie. Hasta el aire se neutralizó en los pulmones. No importa si quisiera seguir jugando, la ausencia se lo llevó todo.

(Silencio)


¿Dónde está mamá?

sábado, 10 de octubre de 2015

autodescubrimiento

caminando sobre las voces de los cuerpos
mi cuerpo
pelota de barro tieso

en el fondo de los cuadros
reside un deseo oculto en los mundos que no puedo comprender,
que me componen
hilando en secreto lo que soy,

un murmullo de voces ajenas.

 *
mi primera persona llora sola
la segunda la mira
las terceras la tratan

es más fácil decir que no soy sola
fingir asumir los matices desprendidos
fingir que la transformación no es completa

sentir hondamente que la jaula es mi disfraz-esencia
mi cara desnuda, plenamente verdadera
sin sombra
sin culpa
fantasma que residirá eterna

*
y
no llorar el cautiverio

lunes, 5 de octubre de 2015

punto

Existe un punto, en todo el universo, donde la posibilidad desaparece. Donde no hay un límite.

Tengo un cuerpo detenido en el tiempo que muta. En un color sin identidad se arrojan cantando las damas. Ellas tampoco saben nada. El abismo se parece a una pileta en el patio de alguna casa, no demasiado profunda pero grande. Los elementos que fueron cambiando se contuvieron en algún lugar, o desaparecieron o se fugaron. Nadie parece notar una ausencia. El ciclo sigue un rumbo desconocido y más allá de eso se desdibujan otras formas.

- ¿Vos viste? Todo se va cayendo.

No hay una palabra que pueda describir el caos y, menos aún, lo que había antes de eso.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Hoy Brújula

Hoy mis objetos estéticos no tienen armónicos.
Hoy mis objetos estéticos no salen.

En el fondo, una casucha sucia. Hay una perra que mira con hambre, con ganas de chupar dedos de los pies sin apetito. Huele a pescado.
Adelante, la casa de una abuela, con las flores, con los rincones. Una nena jugando con un palo. Habla sola. No está sola.
Izquierda, un departamento gris. Una cama con almohadones verdes. La gente pasa y se sienta, hay un cuerpo debajo que tiene calor.
Derecha, nada. El carromato ya está muy lejos de acá.

En el medio, a veces, estoy yo.



viernes, 21 de agosto de 2015

marchitate

sólo quiero que desaparezcas plenamente
        que agotes tu potencialidad
que tus olores se vuelvan tenues como las flores
                                                                     presas
 que quedan marchitas
                          por siempre
leyendo
   secretamente
el corazón de un libro

domingo, 9 de agosto de 2015

- Tata, contame, ¿que mierda tenés en contra del universo?
- Si te contara, no lo entenderías.

Relojes descosidos.
En frente una flor
sus pétalos se deshojan solos
se desarman.

Espectadora quieta, paralizada
un hechizo congela mis músculos por dentro, fuerzan una mueca.

El mundo se dedica a suceder
bailando entero sobre el mundo.
Las cosas se deshacen, se realizan.
La gente llora.
Los gritos van lijando mis oídos hasta el punto de oír lo impresindible.

La flor se bambolea con su último pétalo en la mano.
Yo sigo detenida en ese instante donde la esperanza reconstruye el imposible.

sábado, 8 de agosto de 2015

Secreto del búho

   Hay sonidos huecos que quieren describirla, pero no pueden. Ella vive en el centro de un árbol mágico que a veces llora, a veces ríe o se esconde. Tampoco sé de que color es su pelo. Su nombre está oculto en los dedos del tiempo sucesivo que galopa sobre nosotros y nos arroya. Sólo la vemos cuando el vacío del cuerpo decide pasarse a visitar o cuando la memoria, en esos días que uno se pone a jugar, la dibuja en los espejos de las ausencias.
   Una vez le vi las manos. Tenía líneas que contaban su futuro, como todas las manos. Las pude leer. Era la heroína de un pueblo de cabezas tristes. Tenía una daga chiquitita para matar el agua salda que se ensucia al escaparse del mar. Tenía, entre los pliegues de los dedos, la sombra de los que cargan un sol en la espalda. Leí, como nunca pude ver en otra palma, un andar apesadumbrado, el anticipo de su sonrisa. Casi casi que adiviné por un segundo el color de sus ojitos (el mayor de los misterios de la magia). Pero los instantes son instantes, no lo suficiente.
   La seguí buscando por los míos. Había una gota de mi que no se resignaba a las rayas de las manos, que se olvidaba de las esperanzas gitanas y buscaba otras. Buscaba, porque en el sin fin, en el hastío, en la desesperación, incluso en la puerta diminuta tras la cual se esconde la muerte, sentía que podría encontrarla. La tortura de la esperanza se había ceñido a mi como el recuerdo de los dedos escurridizos.
   Con el tiempo y su transcurrir inevitable, los pasos se me hicieron latigazos, Cada posibilidad me mostraba una cara negra de imposible. No diré que me rendí, porque la mentira todavía no me ha mostrado todos los dientes. No sé si es posible rendirse una vez que le viste la mano. Tampoco pretendo que lo comprendan, sólo quiero comunicar de algún modo esta búsqueda de vidrios rotos en la que me sumerjo un poco todos los días. La vela chiquitita que mantiene encendida la pregunta que me carcome todos los huesos.
¿De qué color tendrá los ojos?


sábado, 13 de junio de 2015

Guadalupe tiene frío

   Guadalupe tiene frío. Su castillo se llenó de estalactitas saladas. A Guadalupe le gustan las olas, pero esta vez sólo las mira callada. La alfombra está húmeda y blanca, la ropa mojada. Los ojitos con las pestañas corridas. Guadalupe está enojada y serena, pensante. No es que a Guadalupe no le guste el olor a mar, de hecho le fascinan los brillitos de luz sobre las olas; pero no le gusta que su palacio esté empapado.
   Guadalupe no sabe muy bien lo que pasó. Dormía sueños borroneados hasta que se despertó con el agua en la garganta, con la ventana abierta, con espuma brotándole de los ojos. Guadalupe sintió el frío que te abraza hasta los huesos y no se quiere despegar. Guadalupe vio el desorden de su palacio que no era de cristal. Guadalupe se rompió en el vestido largo que le cubría los hombros, los tobillos y lo que no se puede tocar. Guadalupe se sintió profundamente invadida por las olas, por sí misma.

   Guadalupe tiene un frío insoportable sobre los hombros, tiene un caos en el centro de su lugar. Pero, lo que más le molesta a Guadalupe, es tener que ordenar. 

Guadalupe

    Guadalupe es una nena que mira. Construye entre las pestañas el mundo que alguna vez tocará con las manos. Pero Guadalupe no tiene cuerpo. Guadalupe no conoce su cuerpo, no conoce el cuerpo que puede dibujar en el ensueño. Se siente sola, como en centro de la circunferencia que supone, en un desierto lleno de personas. Guadalupe es chiquitita y desconoce los límites y las raíces. No sabe que tan alto vuelan los aviones o que tan profundo es el centro del suelo.
   Pero los ojos de Guadalupe son los únicos que pueden saber, porque el resto no existe. Lo que no ven, no existe. Porque juega a no existir. Porque tiene miedo. Porque tiene juegos grandes que no entran en el mundo, ni en el cuerpo que no conoce. Guadalupe juega a no conocerse porque sabe que no es lo que quiere. Guadalupe piensa que sólo cuando mira, siente. Guadalupe esconde un abismo interno que se deshoja en el mundo de sus ojos. Guadalupe juega a estar sola porque si no puede llegar a ser. Y ser le da miedo.

   Guadalupe niega alguna vez haber escrito esto. Porque para escribir se necesita el cuerpo. Y Guadalupe no tiene cuerpo.

lunes, 1 de junio de 2015

No iré a la luna

Yo no fui a la luna. Fui mucho más lejos.
Porque el tiempo es la mayor distancia
entre dos lugares. 
T.W.
En este piso todavía hay una sombra pequeña que salta las líneas de las baldosas.
En esta baldosa, aún respira una niña que quería crecer sin dejar de jugar.
En este techo, que no es ese,
todavía
siento el miedo a que me lleven los perros
o peor aún, a tener que correr a ser gatos.

Respiro y siento la cicatriz de mi primera tortícolis.
Huelo la comida de mi abuela a las once y media.
Escucho una bocina.
En este mismo punto de la tierra
(que perdió los primeros ojos que lo vieron)
hay un camino de huellas chiquititas.
Hoy, en un rincón de un lugar cualquiera,
ya no existe lo que yo quería que exista.
La tela se resbala por tu hombro. Es un correr de gota lento, fugaz y tibio.
No puedo dejar de imaginarte como el camino infinito de tu ropa. Un límite entre el cielo y el suelo, cuyo recorrido es inabarcable. 

Demás está decir lo que espero de tu boca cuando beso.
Demás está decir lo que espero de tu hombro y de tus pecas.
Demás está decir cómo siento la caricia que nos recorre.
Demás está decir que quiero recorrerte en laberinto.
Demás está decir que no llegué a acordarme de que no quiero volver.
Demás está decirte…

Los pétalos de los yuyos húmedos que aún no tocaste, se marchitan.
Mis ojos te dibujan en el aire. La suspensión es sucesiva en el movimiento.
Quiero que lo cantemos con sonrisa.
Ojalá supieras que te miro, que te beso y te recorro.
Ojala que lo sepas y que no me conozcas.
Ojala que lo sepas y, sin conocerme, me permitas caminarte.

En tu cuerpo hay una proyección de lo que anhelo.
En tu cuerpo hay un mundo disfrazado con tu espalda.
En tu cuerpo hay una casa que me alberga y da calor, cuando el recorrido se cansó de comenzar en los zapatos.

La tela, que aun corre por tu hombro, te desnuda.
La tela, que yace en mis manos me abre la puerta al descanso con el que comienzo mi viaje.
Y, mi viaje, es el otro.

Vos.

martes, 21 de abril de 2015

sin tu forma

No tengo forma de canción
              (no quiero tenerla)

reboto en el vacío
       de un algo
que ya no es nada
más que algo

(le tengo miedo a las palabras)

ruedo sin fin en la insuficienia que se despinta la cara
y me agobia un cansancio sin sentido

hay demasiados yos en mis palabras

quiero ser otros
quiero desconocer la cara del espejo y adueñarme de ella
poseerla en el baile lento
desnudarla, vestirla, desnudarla
como si fuera una muñeca
con las que jugaba entre los almohadones
siempre descalzas
siempre sonrientes
             incluso cuando lloraban

someterla
con la facilidad con la que sometemos a las cosas que pensamos que controlamos
                     
                      reírme satisfecha
con la boca endulzada por mi beso.

quiero ser esa
que tampoco tiene forma
que no sos vos
que se desviste
               y encuentra

martes, 24 de marzo de 2015

Murciélago

No sé lo que es la oscuridad. Me duelen los anillos de los ojos. El cielo, por estos días, anda más bajo, aplastante, lleno de una dureza plana que me agobia. Por lo menos, en mi cama nueva, hay sábanas.
No me gusta decirlo demasiado, pero cuando abro los ojos, y extiendo mis alas, un dolor entero me come en este lugar de cielo bajo. Un fuego duro que me golpea y juega a perseguirme adentro del laberinto. Escucho voces, siento cuerpos inmóviles y otros, de los que laten que, redondeados, se apichonan. Hay otros gritos.  El fuego como una sombra me persigue, hasta que vuelvo a mi cama nueva, me abrazo con mis mantas negras y me olvido porque no hay nada más lindo que olvidarse cuando el techo es bajo y los gritos devienen en murmullos acechantes en algún lado del laberinto. Mi cama vieja era menos agobiante pero más fría. Olvidar tiene gusto a comida y a seguridad, a un eterno descanso que no se consuma, pero persiste en ilusiones con la fuerza suficiente para olvidar los golpes, para olvidar el miedo.

Pero ahora la cama tiembla y ya no me puedo olvidar, los redondeados acechan mi partida y el cielo sigue más bajo, mi voz solo encuentra muros macizos. Ya no quiero volar, quiero olvidarme de vuelta, en otra casa que no tiemble y que no tenga redondeados gigantes. Quiero una cama en el piso, quiero olvidarme tranquilo. Pero no. Me redujeron el cielo. Me movieron el piso, me ahogaron y me empujaron al techo alto donde la libertad irrumpe y me prohíbe olvidar. Donde no tengo más remedio que moverme hasta encontrar una cama en la cual volverme a olvidar.


viernes, 13 de marzo de 2015

Si

Si me río ¿me das un beso?

Si me río ¿me das un abrazo?

Si te abrazo ¿me das otro beso?


Si te beso…

(En el fondo el sombrero de Sabina 
recordándonos que para ser feliz 
no hay que tratar de volver...)

Voz del nudo

No me alcanza mi cuerpo para llorar mis pensamientos. Tengo tatuados en una esquina de los ojos todos los movimientos que hubieses podido hacer. Tengo en el grito un silencio que se mata a sí mismo, que se destripa y se derrumba en la mierda que produce. Tengo palabras dolidas, tengo un yo que no sabe crear con las sonrisas porque cuando sonríe no trata de pensar. No te tengo. No me tengo. Hay una nube de olvidos que se deshace en los vapores de tu boca. Hay un ensueño vacío, un hastío progresivo que se gesta en las letras de tu nombre. Hay un capricho latente que me empuja y me estruja ese punto de la pansa desde el cual llora el dolor. Hay tantas cosas que no tengo… si te contara, pero sería un volver a empezar, el círculo de la espera de la escucha de las palabras que todavía existen porque no nacieron. Es una forma de sentir, perderse en una ola de melancolía y potencialidades. El cielo está rajado en la ilusión de un cuerpo entero. Sangra trechos negros y me encuentro en la pérdida de sentir que todavía siento cuando entiendo que el olvido es un proceso en infinito, que como todos mis dibujos, no tiene bordes cerrados.

martes, 10 de febrero de 2015

A ojo cerrado.

Hace poco cerré los ojos.

En el cielo viejo nacía un algo sin nombre
desnudo
con ojos pequeños y me miraba.
Sonreía desde un punto lejano donde la posibilidad estaba despierta
(latía)
como un desboque que recorría mis sangres
sin más colores que los de la sangre que no sabe correr, pero corre.

En el cielo viejo habitaba un reino
sin poder oscuro
capturado entre los dedos de pestañas que se mojan con los labios
(y yo estaba ahí)
sintiendo con las manos
un paisaje de lejanías cercanas, de señores mágicos,
de reyes que olvidaron la palabra gobernar

De vida y de muerte
de arte y de poesía
lleno de los más baratos sueños de felicidad
de las palabras gastadas
de las imágenes que todos nos cansamos de pensar
pero estaba
(y existía)
un yo dispuesto a abrir las alas y volar
de agarrase fuerte a los brazos extendidos de las hadas desnudas
de tirarse al abismo del cielo
desde la tierra madre que me vio parir y partir.

Hace poco que cerré los ojos y no los quiero abrir,

lunes, 12 de enero de 2015

Comunicado o cursilería con humor - nivel Tierra

señor Usted:

Me gustaría decirte que somos de un planeta extraño y que nos secuestraron juntos para ver si, como ratitas de laboratorio, nos encontrábamos en esta tierra ajena y dispar. Que, en realidad, pertenecíamos a un lugar avanzado, no cargado de robots, pero con una filosofía de naturaleza en una paz y humanidad pura donde la atmósfera era mágica. Donde, de de hecho, había magia para todos, y todos eramos magos que sabían lo que querían ser. Un planeta de colores azulados y anaranjados, inundado de colores. Una especie rara de humanidad en lo que todo era posible. Me fascinaría decirte que eramos estos seres puros que fueron secuestrados por investigadores de un planeta rojo de máquinas y nos borraron la memoria. Pero no.
Por alguna razón somos seres de lógica terrestre que coincidieron en este rincón del tiempo-espacio para mirarse a los ojos y contarse secretos por celular. Para buscar un banco de la plaza, enfrente de colectivos destemplados, esperando a que se largue a llover.
Así nos funciona este planeta, esta naturaleza de aire contaminado por la gravedad que nos complica y nos ata a un piso que quiere aprender a volar, mientras jugamos (porque jugar es lo más verdadero de la magia) a mirarnos y besarnos y esas cosas que guardamos en algún no lugar de la arena de los pies o de la sal de las manos. Nos sucedemos mutuamente, reconstruimos tiempo, creamos espacios y nacemos agua.
Usamos verbos en una primera persona que no está sola. Usamos azúcares burdos y cotidianos para enamorarnos. Y nos mentimos tratando de decir cosas que no entran en las palabras que conocemos ni en las que no podemos conocer.
Pero bueno, aunque no pueda decirte eso, te digo que en nuestra humanidad aprendemos a ser felices en el universo y que de pasada, al mejor estilo ganga argentina, estamos juntos.

señora Yo.

Agazapada

Sombra sola bajo una luz amarilla y diminuta. El aire se disfraza con la tela negra que cubre las ventanas. Los ojos cerrados. De alguna manera todo se va desenredando en el reloj que sueña en el pecho. Los minutos no son libres pero corren. La frente pegada en las rodillas porque levantar la cabeza es realidad y la realidad no existe. Es por momentos inevitable pensar pensar pensar en el círculo de los golpes de tiempo. El dolor de que te fuiste destroza. Quizá se pasaría con una lágrima tuya, a fin de cuentas es igual de inevitable el esperar cosas de la gente, de nuestras personas. Todos esperamos que algo pase, que nos quieran, que se equivoquen, que sufran por nosotros. No hay mayor dolor que serle indiferente a quien uno ama. Son letras más reales que levantar la cabeza aunque tengan gusto a refranes gastados teñidos de rosa. La luz amarilla tiembla.
Una mujer vestida de rojo se proyecta con paso seductor en la habitación. Marca en el suelo el círculo del reloj que dibuja el aire en las cortinas. Su mirada negra atraviesa la nuca de la sombra, de la silueta, del cuerpo. El aire cómplice asfixia el par de pulmones. Ella no respira. La habitación pesa en la conciencia de que todo es cuerpo, en el vacío del vacío. La sombra de cuerpo sigue allí y quien corra las cortinas la hallaría sola, esperando el mismo vacío de los pasos rojos invisibles que la acechan sin muerte, sin diablo, sin vida. La verían con el miedo de perder la luz amarilla, de que la dama secreta le robe su última compañía. La verían sin verle los ojos. La verían con lecturas que reflejan lo que quieren ver. La verían sin ver su miedo secreto a la soledad.
Pero no pueden verla, porque las ventanas tienen cortinas, y las cortinas son negras.