No me alcanza mi cuerpo para llorar mis pensamientos. Tengo tatuados
en una esquina de los ojos todos los movimientos que hubieses podido hacer.
Tengo en el grito un silencio que se mata a sí mismo, que se destripa y se
derrumba en la mierda que produce. Tengo palabras dolidas, tengo un yo que no
sabe crear con las sonrisas porque cuando sonríe no trata de pensar. No te
tengo. No me tengo. Hay una nube de olvidos que se deshace en los vapores de tu
boca. Hay un ensueño vacío, un hastío progresivo que se gesta en las letras de
tu nombre. Hay un capricho latente que me empuja y me estruja ese punto de la pansa
desde el cual llora el dolor. Hay tantas cosas que no tengo… si te contara,
pero sería un volver a empezar, el círculo de la espera de la escucha de las
palabras que todavía existen porque no nacieron. Es una forma de sentir,
perderse en una ola de melancolía y potencialidades. El cielo está rajado en la
ilusión de un cuerpo entero. Sangra trechos negros y me encuentro en la pérdida
de sentir que todavía siento cuando entiendo que el olvido es un proceso en
infinito, que como todos mis dibujos, no tiene bordes cerrados.
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