sábado, 30 de noviembre de 2013

Palabras vacías

Abundo en la mentira. Nazco y renazco en la inmensidad del lenguaje, de las palabras y los gestos. Me defiendo con una coraza marchita y vibrante que me recorre. Solo soy eso, la coraza, el vacío, el ornamento; y es justamente eso lo que me hace plena, concentrada y concisa. Porque en el medio del vacío, en el centro mismo de las palabras prescindibles me escondo en la más insulsa de las sílabas, me refugio con miedo a desnudarme de una sola vez, con pánico de enfrentarme no al espejo, sino a mi misma integridad, a mi propia proyección. Por eso escribo, pro eso busco, por eso sigo mintiendo y actuando, fingiendo y viviendo cada paso de esta mentira sin igual que es el saber, el arte; solo para poder vislumbrar en la sombra la verdad oculta que se me niega de forma irremediable.
Pero aún más absurdo es saberme orgullosa de la mentira y de la verdad, de ser capaz de pensar en la utopía de la polaridad. Siempre fui una guerrera del gris, una bandera danzante a favor de los matices... pero hoy me descubro buscando algo a que agarrarme en el vaho da la incertidumbre, del existencialismo con el que describo todo, con mi incapacidad de centrarme en lo ínfimo. Así, a tientas, ciega y sorda, busco nunca muda entre las corazas de la palabras algo que me haga sentir tan viva como cuando mis dedos golpeaban las teclas mientras dudaban en crear la imagen vacía de todo. ¨Porque todo es vacío y eso es lo que llena, lo que se condensa y espesa en el centro, la masa, la baba, la arena.
Si. Todo se condensa mientras las palabras siguen estando vacías.

martes, 26 de noviembre de 2013

Ser-soy

Ansiedad. Y esa manía insoportable que tengo de no despegarme de mis muertos, o mis vivos. Ansiedad, esa carrera constante por llegar al resultado, por desear la felicidad, el éxito o el oro en un instante. No importa cuantas frases hechas tenga en mi inventario, ni con qué avidez pueda aplicarlas a la vida ajena. Soy una máscara vacía, que se nutre por si misma, cuya identidad es la no-identidad.
Si. Ahora todo toma un poquito más de color: soy una máscara, soy multiforme y quizá eso me hace algo especial, puede que me dé la posibilidad de escapar un rato de todos los fantasmas que me persiguen con mi ser-máscara ensombrecido. Soy una máscara, soy las mil caretas que me definen aunque estas vagas certezas sean ínfima ayuda al devenir de mi existencia.
Porque en el momento en que se devela el "soy" se agota el misterio y la monotonía brota del centro de la hipócrita certeza. Incluso siendo un inagotable "soy" es monótono pensarse, más aún, cuando saberse es una de las mayores mentiras humanas, es un recorte inverosímil de la posibilidad inherente a ser hombre/mujer.


Ya me pierdo... demasiadas ideas en pocas palabras caprichosas. Solo sé, si es que existe el saber (frase hecha), a pesar de mi impaciencia y poca tolerancia a la incertidumbre, hoy no me quiero saber; quiero dejar abierta la puerta de la posibilidad y desplegar mis eternas máscaras a la infinitud del mundo. A lo mejor, en una de esas, me encuentro en vos.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Máscaras de Lucho

Me gustaría, para no romper con la costumbre, comenzar con mi "Quizá", pero vos y yo sabemos que no es así. Si fue el azar, si fue el universo, si fue esa ironía existencial que salpica a cada vida humana, poco importa dentro de la absoluta verdad: conocí la peor de tus máscaras.
No te ofendas, no te juzgo ni mucho menos te insulto por cambiar de vestido para cada actividad; es realidad que el uniforme siempre está aunque muchas veces escondido en la automatización del hacer. Era natural entonces que el padre, el poeta, el político, el abuelo, el amante, el hombre fueran distintos. Solo que me hierve un poco las venas el saber que me ofreciste la más árida de tus tierras. Tampoco te culpo, la sangre no se elige ni en pasado ni en futuro.

Tú, poeta
que te escabulles.
Te llevas contigo
el murmullo incierto
de lo que me espera.

Tú, poeta
ahuyentas en tus pasos
lo que a mi vuela.
Me robas los secretos
que me ciegan.

Tú, poeta
que eres más en las palabras
que en la vida,
acosadora lenta
y fría.

Tú, poeta
que encuentras el calor en la pocilga
repleta de ilusiones metafísicas
huiste de mi casa,
gigante vacía.

Vos, que no miraste
mis ojos que observaron
cada gota de sangre
negra que fluyó
tatuando
la hoja en blanco,
sembrando mapas cálidos
pautando nuestro encuentro
estando, siempre, del otro lado.

sábado, 23 de noviembre de 2013

En todas partes


Ya me hallo en la obsesión ¿o era acaso tu rostro el que encontré hoy en la calle? ¿o eran acaso tus manos la que vislumbre en el mate? ¿o era tu boca la que... 
-No.


Invasor
que entras y sales
en libertad
que vuelas, que invades
sin piedad.

Invasor
que se tatúa en los rostros
de la infinita inmensidad
en las pecas de los niños
en las risas, en la sal.

Invasor
eres casi sin saber
desde que te filtraste culpable
en el centro de este ser
que hoy te grita, te arranca
te busca
y te encuentra en la utopía
 de encontrarte en todas partes
en cada recoveco
en cada segundo
en cada pequeño detalle del mundo
que inocente, inconsciente
invadiste.

Invasor
que perdiste la libertad de vagar
sin la mirada
atenta de quien ama
amar el sonido de tus pasos.

Invasor
que vuela perdido en sus letargos
que sueña inocente y perfumado
hoy serán mis sentidos
los que soñarán tus pasos
en los míos.

Hacia la boca del lobo

Ya no importaba cuanto pudiese resistir, ni cuán duras habían sido las horas donde sus logros comenzaban a vislumbrarse. La luz, el anhelo, el capricho simplemente seguían tibios, palpitantes, vivos. Ya no podría oponerse, era inútil luchar contra la multitud del universo, con las fuerzas de cada una de las personas que la empujaban al punto cúlmine donde, hacía ya tiempo suficiente, deseaba caer sin culpa ni miedo. Por eso se dejaba empujar, cansándose de luchar antes de sentir cansancio, resguardando todas sus tensiones, todas las fricciones de sus átomos para el momento clave, para el instante previo a la caída, para la suspensión. Se dejaba llevar, fingiendo el remordimiento que no había tenido la necesidad de escapar ante su inexistente nacimiento; se sentía parte de la ola constante y libre de ataduras que, como el más fiel de los caballos, la guiaba hacia el abismo, hacia la boca del lobo, al vacío.
Lo único que parecía jugar en su contra eran las dudas, mejor dicho los temores, de que sus ilusiones fuesen vanas, de que la ola no alcanzase con sus brazos ni su terquedad... de que el abismo no escondiese más que lo que se veía, de que solo fuese el poso negro, la bóveda húmeda y fría, el piso con el que se estrellaría retorciéndose en pedazos, desmembrándose, convirtiéndose en el polvo que solo con el soplo de una ilusión sanada pudiese restaurar (dejando siempre la cicatriz en el pecho).
Aún así, no renunciaba al ensueño. Aunque sabía el riesgo, aunque comprendía su exposición, su situación de vulnerabilidad, sus brazos demasiado trémulos para luchar; se sentía fuerte, o por lo menos, valiente. Se vestía de ese traje de valentía perfumado con optimismo y ansiedad, con necesidad de embestir la vida, la aventura, el amor, la sangre. Tenía demasiado vivas las células como para abandonar, aún más, cuando las fuerzas de su entorno parecían abogar a su favor, cuando todas se declaraban conspiradoras de su más hondo deseo, cuando todas, por primera vez, la impulsaban a caer.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Mari/posa



"Hoy viene a ser como la cuarta vez que espero
desde que sé que no vendrás más nunca.
He vuelto a ser aquel cantar del aguacero
que hizo casi legal su abrazo en tu cintura.
Y tú apareces en mi ventana,
suave y pequeña, con alas blancas.
Yo ni respiro para que duermas
y no te vayas.

Qué maneras más curiosas

de recordar tiene uno,
qué maneras más curiosas:
hoy recuerdo mariposas
que ayer sólo fueron humo.
Mariposas, mariposas
que emergieron de lo oscuro
bailarinas, silenciosas."

S. Rodríguez



Porque volás en el recuerdo vivo inundando los colores
                    porque alguna vez tu rostro
                                 se pintó de mariposa
Porque quizá necesite recordarte
            en las flores de los jardines vivos
para sentir inútil y vacía
que sos vos mi mariposa.

Para no perder la sensación de compañía
                 de sentir tu mano en los retratos
Para olvidar el frío que palpita sigiloso en el letargo.

Porque sos una mariposa
naciendo en la crisálida de mi estómago
                            siendo feliz y casi dichosa
   reproduciéndote y muriendo cada año
                                       cada día, cada sol
                        cada letargo
renaciendo en cada sensación
de alegría y agasajo.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Palabras sepultadas

"Recordar es volver a pasar por el corazón"
Es revivir segundo a segundo lo que no ha muerto en la memoria, lo que continúa incesante corriendo por nuestras venas; son retratos vivos del pasado que develan nuestro presente y propician nuestro futuro.

Tengo demasiadas palabras en la garganta que quedaron mudas cuando los oídos huyeron. Tengo demasiadas letras atragantadas que fueron incapaces de correr en busca de alcanzar al ser que las reviviría. Son demasiadas, son muertas que vagan errabundas contaminándome de la impotencia de seguir viva cuando ellas están muertas.
Tengo las lágrimas sucias con su sangre que, inútilmente, busca escaparse. Pero yo solo estoy inmóvil, incapaz de dejar de emanar los ángeles caídos que me hacen ser, incapaz de contenerme, incapaz de controlar la bestia herida que reside, que trata de ser mariposa, pero que no puede.
Trato de ser sin sentido, escapándome por los ríos, por la lluvia, por el cielo... fingiendo no buscar nada pero buscando, dos almas que se fueron y me dejaron llena de preguntas y desconsuelo, que me dejaron con palabras muertas que se tatuaron en mi espíritu y que se pegan a mi sangre... trato sin consuelo de encontrar esa parte de mi que se fue con ellos, que no puedo olvidar al sentir en mi pecho ese cementerio de palabras muertas, de nostalgias que aclaman lo que en algún tiempo fue mi mundo de color.
Tengo tatuada en la memoria el recuerdo disparador que me mueve el alma. Busco en las palabras del afuera, en el mar-océano y me encuentro con la verdad de uno de tus versos, me encuentro con en signo roto, aniquilado, descuartizado renaciendo en un doloroso desmembramiento. Me siento desnuda con un gusano negro que me bautiza y me condena en cada segundo. Y aun así sigo buscando, flagelada en el corazón y en el alma, uncida por sus retratos y tus metáforas, buscando un gesto, una señal que me haga encontrarlos, que me haga saber que me quisieron, que fui aunque ahora solo sea fragmentos de cristal opaco que se pulen en el ominoso vaho azul del círculo.

En los ojos de los que estamos, de los condenados, encuentro sin buscar paredes de en laberintos, gestos, cambios, torsiones, huellas de sangre en las almas que aún seguimos tratando de recomponer el equilibrio que, como un niño, se fue agarrado de la falda de mis dos ángeles del arte: el amor y la soledad.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Un tango...

El aire lento, condensado, espeso. El volado de satén negro danza elegante sobre mis muslos; los labios rojos, la rosa negra y tus brazos. Solo soy un susurro en la atmósfera contaminada. Una pequeña ráfaga impulsada en la quietud, en la niebla púrpura y azulada, perfumada de oscuridad y ausencia de luna, interrumpida por una única luz: la mirada.
Cuatro faroles en uno, imantados, dos pares de luceros, claros y oscuros. Avellanas que penetran el silencio, que cantan el mundo de arrabal; flores celestes y amarillas, arabescos, que detallan una irremediable atracción, una perdición definida en el pecho trémulo.
Ni suspiros se escapan, retenidos en un único sonido entonado en palpitares, un ritmo frenético que guía el trazo de tus dedos en mi espalda, de mis manos por tus hombros. El compás de los tacos, los mocasines, de los pasos; el enredo armónico de nuestras piernas jugando al amague, al borde, al límite de la locura derramada de la voz ronca y resignada del bandoneón.
La calle no es más que una escusa para no permanecer estáticos, para trasladar el peso, para evitar el paso, para permanecer eternos en la sumisa cadencia del traspaso, de la rebeldía, de la fuerza que nos llevó a ese instante que no deja de suceder paso tras paso, en cada movimiento de las manos.
El farol callado observa testigo esperando en estampa un detenimiento efusivo, un estático cruce de miradas. Espera melancólico el final del juego, del ritual donde la hembra y el macho fingen el apareamiento, donde como pavos reales extienden sus encantos. Espera, fantaseando, con piernas como las nuestras acariciando el pasto, la arena, la baldosa, los adoquines mojados, para ser indiferente a la lluvia que quizá nos esta mojando. ¿Pero qué importa? Nosotros tenemos brazos, tenemos piel, tenemos sangre, corazón y quizá cerebro; tenemos instintos que nos guían desarticulando un rito, extendiendo al máximo pasos sin gritos, gritando en ojos y carne lo vivido. Tenemos un alma que confluye entre nosotros como agua, tenemos el alma que viaja del bandoneón a las entrañas, que nos propone un viaje, que quiere perderse y olvidarse. Y tenemos presente que da paso al olvido, que nos hace saber sin ser conscientes de tus brazos en los míos, de tus dedos en mi espalda, de nuestras piernas enredadas, de tus vicios en los míos.