sábado, 23 de noviembre de 2013

Hacia la boca del lobo

Ya no importaba cuanto pudiese resistir, ni cuán duras habían sido las horas donde sus logros comenzaban a vislumbrarse. La luz, el anhelo, el capricho simplemente seguían tibios, palpitantes, vivos. Ya no podría oponerse, era inútil luchar contra la multitud del universo, con las fuerzas de cada una de las personas que la empujaban al punto cúlmine donde, hacía ya tiempo suficiente, deseaba caer sin culpa ni miedo. Por eso se dejaba empujar, cansándose de luchar antes de sentir cansancio, resguardando todas sus tensiones, todas las fricciones de sus átomos para el momento clave, para el instante previo a la caída, para la suspensión. Se dejaba llevar, fingiendo el remordimiento que no había tenido la necesidad de escapar ante su inexistente nacimiento; se sentía parte de la ola constante y libre de ataduras que, como el más fiel de los caballos, la guiaba hacia el abismo, hacia la boca del lobo, al vacío.
Lo único que parecía jugar en su contra eran las dudas, mejor dicho los temores, de que sus ilusiones fuesen vanas, de que la ola no alcanzase con sus brazos ni su terquedad... de que el abismo no escondiese más que lo que se veía, de que solo fuese el poso negro, la bóveda húmeda y fría, el piso con el que se estrellaría retorciéndose en pedazos, desmembrándose, convirtiéndose en el polvo que solo con el soplo de una ilusión sanada pudiese restaurar (dejando siempre la cicatriz en el pecho).
Aún así, no renunciaba al ensueño. Aunque sabía el riesgo, aunque comprendía su exposición, su situación de vulnerabilidad, sus brazos demasiado trémulos para luchar; se sentía fuerte, o por lo menos, valiente. Se vestía de ese traje de valentía perfumado con optimismo y ansiedad, con necesidad de embestir la vida, la aventura, el amor, la sangre. Tenía demasiado vivas las células como para abandonar, aún más, cuando las fuerzas de su entorno parecían abogar a su favor, cuando todas se declaraban conspiradoras de su más hondo deseo, cuando todas, por primera vez, la impulsaban a caer.

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