Tener en la garganta
la purificación de sal
escrita en tus músculos.
Los dedos se deslizan lentos
los ojos no alcanzan a ver.
Solo está permitido sentir
en la orilla de la piel
un sol frío y húmedo
enredado en la espuma
vestido de mar.
Las pestañas silencian el temblor. Suaves pestaneos desdibujan el miedo o la ansiedad, esconden la desnudez de los trémulos globos oculares. Bailan al rítmico ritual de la calma de los músculos cansados por pisar la arena y la sal.
Ya no solo son los ojos y los párpados, las pestañas, soy yo entera la que, en la calma, tiembla al sentir el frío desnudo contra la piel en el cuerpo húmedo del agua que lucha con el calor de la atmósfera, y son mis sonrisas las que comulgan con los dioses y los demonios. Me fascina cuando los músculos tras la guerra hallan la paz sobre la arena, cuando mi aliento reboza de olas y mi lengua percibe en los labios los polvos blancos del mar. Saben a nieve de estrella, y solo falta ocultarse en la sábana de piel para poder recordar y soñar con otro aliento filtrándose en el mio, empapado de sal.