miércoles, 11 de diciembre de 2013

Isabel en los caballos

Hoy lloró por vos esa parte que nunca lo hace. Hoy, por una ventana empañada de vapor, te recordó. Pero fue distinto, no como esas veces ornamentadas de palabras y caprichos. Hoy lloró como esas contadas ocasiones donde es la verdad la que llora, la que se asoma a la orilla, la que realmente guarda el recuerdo del el calor y el afecto.
Es fácil llorar recordando lo vacío, borrando las puntas desgarradoras de la verdad, conservando solo lo bueno. Y como es fácil de inducir es la mejor manera de que no te vayas, de que te estanques mientras uno te pinta de héroe y el otro de sonrisa.
Pero no. Hoy lloró ese rincón de la conciencia que realmente te extraña, que tiene tatuados los sinsabores y los ínfimos instantes en los que te amó. Hoy lloró porque se acordó de cuando galopabas y los atravesabas con las herraduras de tus carboncillos. Hoy lloró porque dejó salir por un segundo lo que tiene sepultado bajo el universo, lo oculto, lo que realmente duele. Hoy lloró por el egoísmo de ser infeliz, por tenerte como excusa y porque realmente no estás. Porque te fuiste muy lejos y no lo puede superar, porque ya no tuvo que pensar un solo recuerdo tuyo para llorar.
Y te blasfemó mil gotas por cada centímetro de piel que va olvidando. Ya no recuerda que tan aguileña tenías la nariz ni si siempre fuiste tan flaca. Se le desdibujan los bordes de las primeras y las últimas imágenes, y te volvés difusa en su mente y te convertís en uno de los miles de desgarros en esa mínima parte del presente.

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Mientras cruzo Strobel y esquiú
se oyen enteros los gritos
de mi garganta mojada
aquel día nublado
en que decidiste partir.

Por el vidrio sucio
reaparecen mil canciones
que rememoran
una a una la sensación
de saberte perdida.

Y corruptas
como todos los prófugos
se escapan dos gotas
inmundas de sal
que caprichosamente
lamen tus pasos.

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Será que mientras me quejo
de quienes te atesoran
por guardarte con grilletes
soy yo quien te cercena
en el afán de retenerte.

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