domingo, 17 de noviembre de 2013

Palabras sepultadas

"Recordar es volver a pasar por el corazón"
Es revivir segundo a segundo lo que no ha muerto en la memoria, lo que continúa incesante corriendo por nuestras venas; son retratos vivos del pasado que develan nuestro presente y propician nuestro futuro.

Tengo demasiadas palabras en la garganta que quedaron mudas cuando los oídos huyeron. Tengo demasiadas letras atragantadas que fueron incapaces de correr en busca de alcanzar al ser que las reviviría. Son demasiadas, son muertas que vagan errabundas contaminándome de la impotencia de seguir viva cuando ellas están muertas.
Tengo las lágrimas sucias con su sangre que, inútilmente, busca escaparse. Pero yo solo estoy inmóvil, incapaz de dejar de emanar los ángeles caídos que me hacen ser, incapaz de contenerme, incapaz de controlar la bestia herida que reside, que trata de ser mariposa, pero que no puede.
Trato de ser sin sentido, escapándome por los ríos, por la lluvia, por el cielo... fingiendo no buscar nada pero buscando, dos almas que se fueron y me dejaron llena de preguntas y desconsuelo, que me dejaron con palabras muertas que se tatuaron en mi espíritu y que se pegan a mi sangre... trato sin consuelo de encontrar esa parte de mi que se fue con ellos, que no puedo olvidar al sentir en mi pecho ese cementerio de palabras muertas, de nostalgias que aclaman lo que en algún tiempo fue mi mundo de color.
Tengo tatuada en la memoria el recuerdo disparador que me mueve el alma. Busco en las palabras del afuera, en el mar-océano y me encuentro con la verdad de uno de tus versos, me encuentro con en signo roto, aniquilado, descuartizado renaciendo en un doloroso desmembramiento. Me siento desnuda con un gusano negro que me bautiza y me condena en cada segundo. Y aun así sigo buscando, flagelada en el corazón y en el alma, uncida por sus retratos y tus metáforas, buscando un gesto, una señal que me haga encontrarlos, que me haga saber que me quisieron, que fui aunque ahora solo sea fragmentos de cristal opaco que se pulen en el ominoso vaho azul del círculo.

En los ojos de los que estamos, de los condenados, encuentro sin buscar paredes de en laberintos, gestos, cambios, torsiones, huellas de sangre en las almas que aún seguimos tratando de recomponer el equilibrio que, como un niño, se fue agarrado de la falda de mis dos ángeles del arte: el amor y la soledad.

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