martes, 24 de noviembre de 2015

¿Dónde está?

¿Es que no lo ves?

Los juguetes se rompieron, no para de llorar. Hay que barrer el piso, está lleno de garrapatas.

¡Soltá eso que te vas a cortar!... Sh, sh. Perdón. No quise lastimarte.

No para de llorar. Los azulejos no pueden reflejar nada, pero se puede escribir nombres con los dedos. O hacer retratos, esa posibilidad no se acabará nunca. La tierra gris es igual a un puñado de carboncillos.

Pero, mi sol, si tocas eso te vas a enfermar.

No importa, hay que jugar en los escombros. Siempre hay que jugar hasta que el infinito se escape por los dedos y el mundo quede vacío. Cuando se dice mundo siempre uno se refiere al lugar chiquitito que los ojos recortan, porque el mundo, en rigor, en interminable. Los ojos son los culpables del egocentrismo humano, aunque no venga al caso.

A ver… vení, dame las manitos. Si, si, ¿quien ya no tiene tierra en los dedos?

Vuelve a llorar. La soledad envuelve las palmas. El cuarto comienza a estar vacío. Las paredes se retiran, los azulejos ya no tienen tierra y proyectan un cielo raso impecable. Los pedazos de plástico ajado desaparecieron, la tierra no existe en las manos de nadie. Hasta el aire se neutralizó en los pulmones. No importa si quisiera seguir jugando, la ausencia se lo llevó todo.

(Silencio)


¿Dónde está mamá?

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