¿Es que no lo
ves?
Los juguetes se
rompieron, no para de llorar. Hay que barrer el piso, está lleno de
garrapatas.
¡Soltá eso que
te vas a cortar!... Sh, sh. Perdón. No quise lastimarte.
No para de llorar.
Los azulejos no pueden reflejar nada, pero se puede escribir nombres
con los dedos. O hacer retratos, esa posibilidad no se acabará
nunca. La tierra gris es igual a un puñado de carboncillos.
Pero, mi sol, si
tocas eso te vas a enfermar.
No importa, hay que
jugar en los escombros. Siempre hay que jugar hasta que el infinito
se escape por los dedos y el mundo quede vacío. Cuando se dice mundo
siempre uno se refiere al lugar chiquitito que los ojos recortan,
porque el mundo, en rigor, en interminable. Los ojos son los
culpables del egocentrismo humano, aunque no venga al caso.
A ver… vení,
dame las manitos. Si, si, ¿quien ya no tiene tierra en los dedos?
Vuelve a llorar. La
soledad envuelve las palmas. El cuarto comienza a estar vacío. Las
paredes se retiran, los azulejos ya no tienen tierra y proyectan un
cielo raso impecable. Los pedazos de plástico ajado desaparecieron,
la tierra no existe en las manos de nadie. Hasta el aire se
neutralizó en los pulmones. No importa si quisiera seguir jugando,
la ausencia se lo llevó todo.
(Silencio)
¿Dónde
está mamá?
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