viernes, 4 de abril de 2014

Ciegos

Sentada, desnuda, con la computadora al frente y todavía no he escrito ni un verso sincero.


En la boca solo me queda el gusto a bandoneón
a sonidos deshechos
por el frustrado que viajaba de consultorio a consultorio,
de planeta a planeta,
en un solo mundo.
Tengo el sabor de desencuentros
la sensación de una barba larga
creciendo bajo la noche
en el sur de mis labios;
descubriéndose en los techos espejados
de las habitaciones ajenas
en las que despertás
para encontrarme a mí
                               sin ojos
con sonrisa de agua turbia.

Ante la no visión
morís por partirme los labios
en mil y un cristales
con los besos que escondiste
cuando le temías a la palabra amor.

Siendo sinceros
yo también le temía
tanto que aún no olvido
los fuegos que me quemaron las manos
y me borraron las pupilas,
que alimentaron el sol de sangre
preso en este nido
                      de serpientes
sin piel.

Todavía tengo la boca, la lengua
los dedos, las piernas
la vida
para amar,
y tus ganas de besarme
con tus piernas, con tus dedos
con tu lengua, con tu boca.

No me tengas miedo.
Sin ver aún puedo leer tus ojos,
                                sos fácil de descifrar
siendo inevitablemente parte del viento
siendo respiro del aire contaminado
con mis poros y  tus luces.

Dale, acercate
ya no nos queda más consuelo que respirarnos
ser barro en las manos de lo temido
de lo deseado
de lo ajeno
que es más propio que uno mismo.

Vos también sos ciego
vos también me encontraste
                          en esta habitación de espejos
vos sos la víctima de lo inevitable
ambos, víctimas de lo cierto.
Ya es tarde para correr la piel del lugar indicado.
No detengas el tiempo que ya no corre
corré los segundos que mueren,
                                    que lloran,
                                           que nos unen.

Huyamos hacia la trampa
caigamos,
solo esta vez
que el destino nos propuso en los reflejos.

Solo hoy, bailemos
Que aun sin ojos
no somos ciegos.

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