lunes, 3 de febrero de 2014

Esperando en el día eterno

Soy un día eterno
impaciente por llegar a una noche
llana de luna y silencio.

Soy un día eterno
resquebrajado para adentro
con vértices rojizos
y pantanos salados.

Soy el día eterno
forjado por mis límites
que se encapsulan hacia el suelo
desde un cielo de mil grises.

Y no importa la marea
ni los soles que no llegarán
sino que rozan con esteras
mis segundos de carnaval.
Yo seguiré siendo el día
eterno que cayó
entero hacia sus entrañas
que solo se derrumbó
entre las lluvias y las risas
entre bucles de sol
entre ojos de otoño azulados
por el destiempo de su luz.

Soy un día hacia dentro
con el focus cerrado
y una visión periférica
que te tiene acorralado.

Soy el día condenado
a la espera sin calvario
que oscila entre el sabio
y el vago.

Soy mi día prófugo
de nombres de los santos,
soy el cantor y su reina
soy nada más que pasto
sin las flores de la primavera
que ensombrecen mi palacio.

Soy los diez mil colores de tu nombre
pero soy monocromático
mientras canto contenta
mi único llanto
de piedras desechas y sin canto.

Te invito a dar una vuelta
por los restos del naufragio
que se perdió en los silenciosos
segundos de mi inteligencia.
Mientras corro incesante
por la hora enferma
del sin sabor de los segundos
que como pétalos se congelan.

Quizá con risa sana
y lágrimas sin quema
puedas cortarme las alas
que sin que desee vuelan.

Soy el día eterno
que vuelve a sí mismo
cada vez que llora sin asco
tus hastíos.
Regalame una lluvia
y llename de frío
que espero ansiosa
las nubes de tu río.

Esperare sentada
en minutos galopantes
vuelta para adentro
en el centro de mirarte.

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