domingo, 13 de julio de 2014

Risas nerviosas. Olas que rompen en el estómago. Una sensación que serpentea sin dar lugar a nada. Yo. Un punto caprichoso del destino del mundo. Casi un ombligo, pero no soy ni cicatriz, ni céntrico, ni único.
Soy un queseyó en infinito, una sábana que deja que el mundo suceda a sus no-espaldas. Y sucede, y las risas rompen contra las escolleras y las olas gritan sus nervios fantasmas. El ciclo cambia y se espirala, y vuela y nunca es el mismo. Las gotitas nos manchan de una sal con brillitos y gusto en las bocas secas. Ahora húmedas. Palabras como granitos de arena espolvoreados en el ambiente, son la convención y la excusa. Voses y yoes correteando en juegos infantiles que esconden secretos de piratas. Y el sol, arriba, que nos dibuja las caras con dedos.

Todos somos felices.

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