sábado, 7 de junio de 2014

Infiernos

El ruido de las teclas se convierte en tambores de fondo. Melodía fúnebre. Gritos que se suceden, puteadas, maltratos, gritos, dolor, lágrimas, gritos, madera rota, gritos, vidrios, ritos. Gritos ritos, ritual de vida. Melodía fúnebre que aplaca el sueño. Silencio. ¡Ay!¡La pierna!¡Los huesos!¡Enfermo! Gritos que nacen desde los susurros. Olas de rojo que llegan a su cresta, que rompen, que se retuercen en mi. Silencio. Tres olas que chocan, que se funden, que se aman, que se odian, que renacen solo para romperse. Lágrimas, más lágrimas, si existen en el frío filtrado hasta en la última fibra del fuego. Porque es un fuego frío, hecho de vidrios rotos, de golpes, de moretones escondidos, de heridas de esas que se sanan pero no quieren ser sanadas, que se van abriendo en distintos lugares, que convierten al cuerpo en un mapa de hielo quemante. Otra vez silencio, la proximidad de un próximo golpe. ¡Basta, cállense los tres! ¡Son tres dolores infinitos que me duelen, CÁLLENSE! Que me sangro en las orejas, que no puedo hacer nada para sanarlos más que mirar como este fuego lo consume todo de apoco, mientras los ángeles se suicidan porque Dios es demasiado Dios para verlos llorar en la perfección de todo. A veces creo en Dios, pero hoy solo me parece una excusa para abrazar mis rodillas, y escuchar los tambores-tecla con la esperanza que tiene el que empieza una tortura de la que no saldrá.

1 comentario:

  1. wooooooo... Qué texto con fuerza.
    Pd: me gusta esa nueva foto, Joaquina :)

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