sábado, 15 de marzo de 2014

Dos

I
Él es un buscador imparable. Tiene los ojos avispados adornados por ojeras de oro. Existe en las extensiones de sus ojos, de sus manos, de su mente activa. Palpita un corazón con sangre tibia incesante, galopa a lomos de un caballo tranquilo pero constante. El descanso parece una leyenda. Sí, de esas con las que se le miente a los niños para que descubran solos la verdad. Aquella que él conoce desde que abrió los ojos, en el mismo instante que el lucero se posó en las pestañas selladas de la luna dormida.
El recuerdo borroso de unos pies pequeños bailando sobre las orillas de una cascada de luz, lo mantiene vivo en la búsqueda de esa inexistencia utópica. Lucha cada segundo contra su esencia material.
El cuerpo es la distancia que lo separa de ella. La mente es el puente roto, las maderas chapoteando en el lago que adorna el abismo, los clavos oxidados que no pudieron sostener el peso de lo inmaterial. Solo le queda la imagen borrosa de su verdadero y único pasado que no puede dejar de buscar.

II
Ella vive en el extremo oscuro de lo que no existe. Nace en las penumbras de lo eternamente blando bajo las durezas de la tierra. Se acobija silenciosa durante las noche sin luna; los días de sol blanco pasea descalza en los bosques vacíos y de tanto en tanto baila con la lluvia en la boca, disfrutando de la sal y el azúcar de existir escondida en las penumbras de los no ciegos.
Ella sueña todo el día mientras las piedras viven, mientras los cantos de los arroyos gobiernan el paisaje como dictadores impíos. Ella nunca duerme en su parálisis de mundo, pero nunca está despierta. Contadas veces abre los ojos en un frenético pestañeo extinto, para ver renacer la prehistoria de imágenes vivas en su mente.
La memoria es simplemente una vieja amiga. Prefiere mandarle cartas para no sangrar en las visitas inesperadas de lo que se sepultó cuando la existencia era verosímil en la vida del cuento.

III
Síntesis en las moléculas
calladas al respirar
vacías en la plenitud
de llenar
   de color la estela de uno
   de mar el vacío de dos.
Dos reflejos, dos caras
dos miradas que se detienen a mirar
a través del reflejo
a través del tiempo
más allá de lo que nace
y lo que no existe más.

IV
Un encuentro efímero
Una silueta sin cuerpo.
Un cuerpo sin sombra.
Ella y yo.
Él y vos.

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