martes, 12 de agosto de 2014

Cerraste los ojos robándote el aire

En la esquina izquierda el farol poco a poco se tiñe de negro. La manta opaca de una noche con sol va ganando terreno en la habitación-mundo. Hay una sonrisa menos. Hay un cuento que se termina y no vuelve a empezar. Un cuentista que nos hacía felices.
Hay un sinsabor con olor a muerte. Hay una ausencia, el secuestro de la magia que llega en miembros de un cuerpo desgarrado que no volverá a ser. Un todo perdido, apagado en cada brillo que se fuga del farol. La manta opaca y las risas en ecos paulatinos. La irrupción de un silencio cargado de gritos, de llantos, de botellas vacías clavándose en el cuerpo.
Todavía existe la vaga idea del recuerdo, el boceto de una sonrisa impresa en una lente. Todavía necesitamos aferrarnos al consuelo cuando la ficción nació quebrada, y no supimos serlo.


Unos ojitos familiares se acurrucan en los míos. Ojitos con lágrimas y risa. Con la posibilidad, con la opción de cambiar el mundo. Ojitos idealizados en mi haber de trajes viejos, en mi. Ojitos que son sangre, ojitos que son un vino espeso, ojitos que son el aire que no llegó a los pulmones, ojitos que son la desición tomada de no tomar más desciciones. Ojitos que se cerraron. Ojitos que me cerraron el aire, que bajaron los párpados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario