Y es una locura el sentir una ausencia presente, el
invocarse a lo que nunca podrá llegar, a una mar sin lágrimas, al abandono
inconmensurable al que nunca podremos dejar. Dime una cosa, como lo haces, cómo
dejas libre ese palpitar, cómo liberas al jinete del caballo impulsándolo a
cabalgar… mágico eres sin saberlo en la magia misma en la que resides estar.
Oscuro, difuso, oculto, te entregas a la inmensidad… dejas de ser una alma
libre, la paloma nunca deja de volar. Un sinfín de sensaciones se van con la
marea espesa en la que no te detienes a nadar, y aun así eres el pasto, eres el
rayo de luz penetrando en mi ser, tatuándome a fuerza de fuego centímetro a
centímetro de piel. Corrompes las barreras de la nieve y te ciñes a mí en la
inmensidad, en el exterior irascible de la inmortalidad. Cuéntame alguna vez
más aquello que nunca me has dejado de
contar. Silencia ese silencio susurrante que parece no poder detenerse
jamás, detén la cruda guerrilla de la sangre que no puede en mí, junto a ti,
dejar de palpitar.
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